1.6.10

Opiniones de una etapa

Compañeras y compañeros,

Nuestra gestación como agrupación política se da en un contexto muy particular: siendo oficialistas ocupamos el lugar de la resistencia.

El llamado tuvo lugar en Oeste. Un llamado de necesidad. Ahí nos dimos cita. Toda construcción a largo plazo no debería medirse por los tiempos de la coyuntura. Lejos a todo elogio, no presenciamos los encuentros como quien cumple con lo anotado en la agenda personal. Otra vez la necesidad: de búsqueda, de comprensión y de identificación. Exploramos –todavía (siempre) lo hacemos- con urgencia de nuevos descubrimientos. Pueden ser muchas cosas o una sola. O una enorme incógnita. Quizás una muestra de que lo que pensamos no es un disparate, algo descabellado, una mera consecuencia hormonal, una posición política vencida por el peso de los jinetes del Apocalipsis o los boy’s del mercado que parecen hacer las guerras y las crisis económico-financieras para salvarnos del terrorismo, el Estado nacional y popular, la unión de líderes latinoamericanos como Castro, Chávez, Evo y Correa.

Tal vez nos juntamos para ratificar aquello tan esencial, primario, de recuperar el sentido común: el aire sigue siendo aire, el fuego quema y el agua aún moja. Nuestra militancia pregunta. Es una piedra en el zapato de los que huyen de los cuestionamientos, de las movilizaciones y hasta de los que apuestan a la perpetuidad del actual estado de cosas. Entiendo que el progreso se demuestra en la praxis. A partir de Perón el proletariado argentino entra en la historia grande nacional, latinoamericana y mundial.

Lo vemos con nuestros propios ojos, lo leemos, lo estudiamos, lo hablamos. Está en la televisión, en la radio, en la calle, en el trabajo, en la cola de un banco: la política es conflicto. Ahí está la historia gritándolo y exhibiéndolo en cada recorte, en cada edición y memoria que hacemos cuando viajamos al pasado. Aunque la derecha lo niegue, aunque hagan lo imposible para esconderlo, la política es conflicto. Y en Argentina están todos los elementos y condiciones necesarios para entenderlo. Todo está frente a nuestros ojos. Existen dos proyectos antagónicos, dos maneras distintas de encarar los problemas. Pero la cuestión no es de forma. El gobierno de Néstor Kirchner primero y el de Cristina Fernández ahora tuvieron y tienen en su raíz un proyecto nacional y popular que apunta a beneficiar y a dar herramientas a los pobres y a todos los sectores más vulnerables de la población. Ese proyecto también incentiva el mercado interno, la industria nacional, los acuerdos latinoamericanos para fortalecer a la región como bloque económico y político en los foros internacionales. Cristina y Néstor mantuvieron desde el principio duros cruces con los grupos más groseramente favorecidos durante la década de los ’90: el campo, los militares, sectores de la Iglesia, los grandes medios de comunicación, los privatistas a cualquier precio y los agoreros de achicar el gasto público. Por la estrategia de desinformación, el desgaste de ir contra esos buitres es grande. Sin embargo, el proyecto se mantiene y profundiza. Hubo errores. Hubo una 125. Se perdió por casi nada las últimas elecciones legislativas, lo suficiente para seguir pensando sobre eso y ver qué se podría hacer a futuro. También hay leyes fundamentales que alientan la lucha: la estatización de las AFJP, el Fútbol para Todos, La Ley de Medios Audiovisuales, la Reforma Política, el subsidio por hijo para los que de verdad lo necesitan. Durante la gestión de Filmus se promulgó y reglamentó una nueva ley de Educación. Recordemos quién abrió el paso para la transformación de la Suprema Corte de Justicia. La industria construye barcos. Se abren cada año nuevas escuelas de oficio. Un modelo de país. Un Estado de bienestar en reconstrucción. Un Estado que busca recuperar el tiempo perdido y la capacidad de operatividad anulada durante la administración asesina de Carlos Menem, continuadora de lo montado por la última dictadura militar. No debe ser fácil empezar de vuelta. Para nada. La marcha debe seguir. Hay que tener paciencia y no dejarse envalentonar por espejitos de colores y pesimismos (esto va como defensores del gobierno que nos representa y fundadores de nuestra agrupación). Sospecho que la militancia está llena de tentaciones. El refrán sería algo así: hay que aprender a caminar, siempre, aunque ya se sepa volar.

Del otro lado de la vereda están los que ya conocemos, nuestros opositores y/o enemigos. Sabemos lo que quieren y qué están dispuestos a hacer para concretar sus planes. Todos los cañones apuntan al Gobierno nacional. Cañones sin descanso. Full time. Hay enemigos claros a la democracia. También traidores: Cobos, Redrado. La capacidad de malicia que posee la derecha es tan brutal, tan bestial, desesperada y bochornosa que hasta el más elemental escucha de Radio 10 clama por un poco de inteligencia. Al menos, prudencia. Dos o tres veces oí a personas decir que defendían al “Gobierno K” por sólo ver a la oposición. (Yo soy peronista por la contra. Los hombres en momentos históricos buscan identidades históricas. Identidades que despierten sus conciencias. Este es un momento histórico). La divisoria profunda de aguas provoca choques, enfrentamientos, conflictos. Y está bien. Es así. Cuando las posiciones ideológicas están claramente opuestas y todos pueden expresarse libremente, gana la democracia. Es la democracia. El sistema que nos rige no se sustenta en darle el asiento a una vieja en el colectivo, en tener buenos modales, ropa decorosa y gestos de “empleado del mes” para con el candidato del partido contrario. Definir la democracia es un trabajo que supera las pretensiones de este borrador y tampoco creo ser capaz de hacerlo. Lo que queda claro es que en Argentina cada uno dice lo que piensa y nuestra Presidenta afirma, a su vez, estar dispuesta a dar la vida por las “estupideces que se publican”. Sí, la política es conflicto. Lo escribo otra vez porque pienso que es necesario, al menos para mí, comprender la necesidad de llevar adelante los fundamentos del proyecto en el cual nos identificamos y nos interpreta.

Ahí estamos, firmes. Cada uno viendo cómo y entre todos también. Haciendo o diciendo siempre algo. No dejándola pasar. Perdiendo el miedo, ganando conocimientos, militancia, alegría. Y en esto le debo un agradecimiento especial a mi amiga Emilia, y también a Victoria y Nacho. Todos compañeros que nos convocamos en sencilla razón de reconocernos en nuestras convicciones políticas y humanas. Estábamos cansados de los diálogos erráticos, de las defensas truncas, de los balbuceos esporádicos y la impotencia de ver a nuestro opositor y/o enemigo lanzando sus dardos venenosos, mentiras que generaban en la televisión, la radio y los diarios como verdades absolutas e indiscutibles. En lo que a mí respecta, los encuentros en Oeste me reactivaron la memoria política; me recordó que es indispensable sostener de forma abierta el pensamiento propio, expresarlo en todos los canales y vías con acceso. Y si los caminos están cerrados, no parar hasta abrirlo. El palo se defiende a capa y espada; la base de una buena construcción se sustenta con fidelidad, alegría y sabiduría para saber dar a tiempo el paso necesario. Es evidente que al hablar de política podemos disgustar a más de uno. Hablar de política incomoda. Incomodemos. Hablar de inseguridad no es el tema de la política. Hablar (y mejor hacer) de política es, entre otras cosas, intervenir en la discusión de lo que el discurso mediático intenta imponer a fin de menospreciar y ocultar el papel vital de la democracia que hace al desarrollo de los pueblos. Defender a nuestro gobierno es imprescindible. Lo hemos conversado muchas veces: cuando hablamos con un amigo o interlocutor ocasional de las acciones, las leyes y medidas del Gobierno estamos fijando una posición clara. Esto perturba a muchos. Nuestra acción y palabra puede distanciarnos de algunos, pero nos hace más fuertes y nos ayuda a manifestarnos con mayor transparencia. Vamos por el camino.

Aclaro que las afirmaciones aquí vertidas si bien son propias, y me hago cargo de ellas, no las considero sólo fruto de mis reflexiones y experiencias recientes, sino de los infinitos diálogos, horas de charla con café y mate, con todos las personas que pasaron por la mesa política de Oeste en 2009. Fundamentalmente destaco la compañía, las conversaciones y lecturas compartidas con Emilia, Victoria y Nacho. Compañeros incansables.


Alejo González Prandi
Buenos Aires, 27 de enero de 2010

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